El 18 de noviembre, Croacia pausa para rendir homenaje a Vukovar, una ciudad que con su historia ha inspirado al mundo entero. Para quienes llevamos raíces croatas, hoy ese recuerdo cobra un sentido especial: el de la paz que surge tras el dolor y la esperanza que vive aún en medio de los escombros.
Vukovar, símbolo de resistencia y sufrimiento, revive todos los años el dolor de la guerra de 1991 y la fuerza de quienes lucharon por recuperar la vida y la libertad. Pero este día, más allá de la memoria y la tristeza, es una invitación universal a unirnos en torno al valor más grande: la paz.
Desde tiempos mucho más antiguos, en la ribera del Danubio, la cultura Vučedol nos dejó la Vučedolska golubica. Esta cerámica milenaria —conocida como “paloma”, aunque representa una perdiz— se ha transformado en símbolo fundamental de Vukovar y de Croacia. La golubica no solo evoca la protección del hogar y la fertilidad; su forma y sus alas abiertas nos recuerdan que la paz es siempre posible, incluso después de la mayor tragedia.

Al conmemorar el Día del Recuerdo en Vukovar y mirar la figura de la golubica, recibimos un mensaje claro: sin paz, no hay futuro ni reconstrucción. Este símbolo une a todos los croatas y a quienes admiran esta cultura, más allá de fronteras, idiomas y generaciones. Es un llamado a superar el odio y a mantener viva la esperanza, a construir juntos un mundo donde el respeto y la solidaridad sean posibles.
Hoy, compartir esta historia es sembrar un deseo de paz, inspirado en los que sufrieron y lucharon, y también en aquellos que supieron perdonar y reconstruir. La Vučedolska golubica es nuestro compromiso con la vida y con el entendimiento entre los pueblos. Que el espíritu de Vukovar y la paz que representa nos acompañen siempre, donde sea que nos encontremos.
